Hace unas semanas estaba escuchando un programa de radio argentino en donde colabora Hernán Casciari, él leía uno de sus textos en los cuales relata una experiencia del duelo a su padre al ver una fotografía. Recuerdo estar conmovido al escucharle, pensaba en el poder de una fotografía cuando aparecen personas que amamos y que ya no están con vida. Recordar el momento en que se tomó la foto, los motivos por el que nos reunimos ese día, tal vez las palabras que cruzamos, incluso la fecha misma de la foto.
Tiempo después, siguiendo con el ritmo de vida adulta, me encontraba en una cita con una chica que conocía de hace tiempo con la que simplemente no nos habíamos dado la oportunidad de salir. Con anterioridad ya nos habíamos coqueteado un poco por texto, uno que otro fueguito como reacción mutua a historias de Instagram, vaya, la cita no era romántica, simplemente era la antesala del encuentro sexual.
Quedamos en ir a un bar al que a ella le gusta ir por la coctelería que preparan. Ella lucía bellísima, poco maquillaje, pelo recogido hacia atrás dejando de ver la joyería en sus orejas; vestido negro con escote discreto y falda con vuelo. Lo vuelvo a decir, iba bellísima. Por mi parte, traté de estar lo más presentable sin caer en lo muy básico, también iba de negro, como ya es habitual en mí. Al inicio del segundo trago ya nos habíamos besado, nuestras respiraciones ya eran diferentes que al inicio. Ambos sabíamos que al terminar nuestros cocteles pediríamos la cuenta y nos iríamos a su departamento o al mío.
Nos sentíamos ya con mucha confianza, con total apertura nuestra conversación ya era más íntima, sumergidos en un ritual. La noche iba extraordinaria y el deseo aumentando con nuestras confesiones. Cuando ya estaba casi por terminarme mi bebida, le digo que necesito ir al baño, que el alcohol de los negronis ha hecho efecto. Me encontraba lavando mis manos, cuando siento que mi celular y mi reloj vibran al mismo tiempo, pasaban ya las once de la noche.
Me aproximo a la puerta, tiro el papel con que seco mis manos y, antes de salir, checo en el reloj los mensajes de Whatsapp que recién me habían llegado. Veo que los mensajes son de una de mis tías, la hermana menor de mi mamá. Esto sin dudas me alarmó, un mensaje de ella en un viernes por la noche no era normal, algo habría pasado. Rápido revisé la pantallita del reloj y me aparece el último mensaje que dice: “Ella siempre te amó y no sabes como luchó por ti desde antes que nacieras. Quiero que lo tengas siempre muy presente”.
Mis sentidos de alarma se encendieron, seguido de ese mensaje me aparecía el ícono de una imagen, en el reloj no podía ver imágenes. Rápido saqué mi celular para revisar que estaba pasando y de ser posible marcarle inmediatamente. Parado a escasos centímetros de la puerta, accedo a mi celular, entro a la aplicación de Whatsapp, abro su chat para ver la imagen y ahí, de pie, me quede más helado que los genitales de un pingüino.
Era una foto. Aparecían dos personas, una mujer y un niñito. Mis pupilas que seguramente estaban dilatadas con todo el ritual erótico de unos minutos antes se habían cerrado y desaparecido. Un golpe fuerte me llegó a lo más profundo de mi mente llevándose de un solo chingadazo al consciente, subconsciente e inconsciente, como si fueran tres carros dispuestos uno del otro sobre una vía y llegara un tren a embestirlos. Había valido madre.
¿Recuerdan la escena de Ratatouille en donde Antón Ego le da un sorbo a la sopa y dice ¡Mamá!, trasportándose a los recuerdos de su infancia? Pues eso me pasó, en mi cabeza se escuchó fuerte el ¡Mamá!, con la diferencia que en mi caso no había recuerdos. No existía la memoria. Vuelvo a ver la foto reconociendo a mi madre, y ahora me reconozco a mí, de un año y medio, muy probablemente. Ella y yo viendo hacia la cámara.
Mientras mi cita me espera afuera, sentada frente a la barra yo sigo en un trance. Cada segundo que paso viendo la fotografía empiezo a notar más nítidos los detalles y empiezo a ser consciente del tiempo en que se tomó esa foto.
La veo sonriente, feliz, diría yo. Su cabello es similar a mi cabello hoy en día. Su mano derecha esta sobre mi cabeza como si me estuviera haciendo piojito; por su ropa puedo estar casi seguro de que recién llegaba de trabajar: blusa plateada de manga larga, falda negra y medias; su pierna derecha un poco cruzada. Estábamos en invierno, en Monterrey es imposible vestir así en cualquier otra estación del año.
Me lleno de tristeza e impotencia. Citando otra película, tratando de explicar mejor mi estado, me siento como el personaje de Matthew McConaughey en Interestellar, en específico en la escena en la que está atrapado entre dimensiones, donde puede ver el pasado, está llorando y gritándole a Murph, su hija, que no lo deje ir, que lo obligue a quedarse.
Así estoy, atrapado entre dimensiones, pero sin el poder de enviar ese mensaje en clave morse al niñito de la foto. ¡No la dejes ir! quiero gritarle. Quiero decirle que se haga el enfermo, que haga lo posible para que no se suban a ningún carro cuando llegue el 16 de septiembre de 1989, hacer una estrategia junto con él para luchar contra el estúpido destino. No puedo.
Yoyis, mi madre, tiene solo veintisiete años en esa foto, hoy en día tengo casi diez años más que ella. Ella no sabe que probablemente se está tomando la última foto con su bebito. No tiene idea de que está inmortalizando un momento cotidiano de amor puro y que quedan ya muy pocos. No se imagina el impacto de su ausencia en su mundo.
El bebito tampoco sabe que en unos meses su vida cambiará radicalmente. ¡Es solo un bebito, carajo! ¡Qué mierda es el destino! Ese bebito en unos meses estará pensando que su mamá está en la rutina diaria y que pronto entrará por la puerta para abrazarlo y hacerle piojito. Pobre bebito, dentro de todas las confusiones, su inconsciente tomará a una de sus tías, con gran parecido a su madre, y le empezará a decirle mamá. Su duelo empieza con la necesidad de afecto de una madre.
Estoy desesperado. Mi mano tiembla mientras sostengo el celular. Quiero proteger a ese nene del dolor que le causará cada Día de las Madres cuando esté en secundaria, cuando sea consciente de que es huérfano. Protegerle de la confusión que le generara el ver a sus compañeros con sus mamás en el festival del día de las madres que la escuela organiza, mientras él se repliega y busca desaparecer por no sentirse identificado, por no pertenecer, casi como si de Harry Potter se tratara.
Mínimo, quiero tener la oportunidad de decirle que no tiene qué aguantar tanto, que no suprima sus emociones, que llore cuando lo necesite, que no tiene la culpa de nada.
La puerta del baño se abre abruptamente y me hace aterrizar. No estoy bien. Ya no hay excitación, la libido ha desaparecido. Necesito terminar esta cita, todo se ha ido a la mierda, pienso. Ya no soy el tipo de treinta y seis años que entró a orinar, ahora estoy convertido en el niñito de dos años que quiere correr a esconderse debajo de los sillones de la sala de sus abuelos maternos, refugiarse ahí con su tortuga ninja favorita para combatir el destino y esperar a ver los zapatos de su mamá al abrirse la puerta.
Solo soy el niñito que quiere ver a su mamá y correr a abrazarla.
Que hermoso texto Jona, me conmovió demasiado al punto de sacar las lagrimas el solo pensar en ese niñito 🥹ya deberías escribir un libro de algo jajaja si lo leeré 🥹😅
Gracias, Maribel. Me encantaría escribir un libro, aún no sé de qué, pero algún día lo haré.
Ay Jona! Me hiciste llorar 😢, realmente no imagino lo duro que debió haber sido, y aunque no hablemos mucho, quiero sepas que te quiero muchísimo! Y admiro demasiado la persona que eres ❤️
Gracias, Meli. Te quiero a montones. Ojalá ahora sí nos podamos ver cuando vaya a Mty. Te mando abrazo grande.
Hermano del alma , que puedo decirte respecto a todos los sentimientos encontrados en un texto, me siento a tu lado, te entiendo perfectamente como te sientes, sin embargo como lo e mencionado Dios se lleva a sus mejores guerreras y ellas están con el, te quiero mucho hermano y hermosos texto, admiro todo de ti carnal
Gracias, carnal. Te mando un fuerte abrazo en este día que suele ser complicado. Te quiero!!
Que bonito texto, antes no lo hubiera leido con los mismos ojos, ahora que tengo a mis niños creo poder entenderlo mejor, te mando un abrazo!! aunque sabes, creo que una madre nunca se va, puedo asegurar que sigue ahí cerca de ese niño siempre, aunque no de la misma manera, la imagino bajo ese sillon mientras el niño veía por la puerta esperando verla, ella a su lado lo abrazaba fuertemente…
Gracias, Janeth. Te mando abrazo de regreso.
Dios está contigo man. Abrazo.
Gracias, Deri. Un abrazo, man.
Quedé muy conmovida con tu texto, lamentablemente tarde un poco en leer lo, (pero sin perder me ningúno ) al leer lo hasta este momento, me hizo recortar la esecena de una obra de teatro que tal vez recuerdes, donde una joven busca salvar a su madre y las palabras que dice al encontrar se con ella,
Lo que somos ahora es por las experiencias video y decisiones que hemos tomado
Un enorme abrazo a jhony y a Jona
Por qué fue un niño muy valiente y fuerte y ahora un gran hombre
Gracias, Mai. Va abrazo de regreso.
Precioso texto Jona. Gracias por compartir.
Hola, Fany. Gracias por leerme. Te mando abrazo.